miércoles, 21 de marzo de 2007

Algunas mentiras frecuentes.

El aumento de los precios de la vivienda responde a la elevada demanda.
El precio de la vivienda no responde a la lógica elemental del libre mercado de la oferta y la demanda porque justamente se trata de un sector del mercado completamente distorsionado por la opacidad y la especulación. El hecho de que se trate de un bien de primera necesidad fuerza a quienes viven de alquiler o son aspirantes a propietarios a dedicar todos los recursos posibles a conseguir un alojamiento. Eso lo tienen perfectamente calculado promotores, propietarios de suelo y entidades financieras, que calculan el precio de la vivienda en función de la capacidad de endeudamiento de las unidades familiares y no obedeciendo a la presión de la demanda (que lógicamente debería favorecer la competencia y la bajada de precios). Que el precio de la vivienda está sobrevalorado en España lo reconocen incluso las máximas instituciones neoliberales mundiales (FMI, OMC, etc.).
Los pisos de 30 m2 servirán para congelar el aumento de precios de la vivienda y asegurarán su asequibilidad.
Si no se interviene en la regulación de los precios de la vivienda, no hay ninguna razón para que los promotores no continúen incrementando o sosteniendo sus beneficios con las nuevas modalidades de vivienda “reducida”. Por el contrario, aprovecharán la reducción de los pisos para incorporar un mayor número de ellos en cada promoción, y progresivamente iremos acostumbrándonos a viviendas más pequeñas e igual de caras, si no se ponen límites a la carrera especulativa.
El alquiler ha disminuido en España debido a la cultura “patrimonialista” de la población.
Que una ciudad como Barcelona haya pasado de tener un parque de viviendas de alquiler de cerca del 50% en 1981 a tenerlo del 28,5% en 2001 (todavía muy por encima de la media del Estado, que ronda el 16%), no sólo se explica por la inversión en vivienda del excedente monetario y la atracción por las incomparables plusvalías que ofrece el mercado de compra, ni por una pretendida cultura de la “propiedad” que definiría el “carácter” de nuestra sociedad, sino por las condiciones draconianas en que está instalado el mercado de alquiler desde la implantación del Decreto Boyer y la LAU posterior, que eliminaron toda protección del arrendatario en beneficio de la garantía del rendimiento de la vivienda para su propietario. Ante la perspectiva de alquilar un piso por 674 euros mensuales por una duración de cinco años, después de los cuales el propietario podrá incrementar el alquiler sin límite, es de lo más razonable que a la gente se le despierte un espíritu “patrimonialista” y opte por hipotecarse: precio por precio e inseguridad por inseguridad, más vale vivir bajo un techo propio (al menos nominalmente) que ajeno.
En España el Estado no es ni debería ser “intervencionista” en el sector inmobiliario.
A pesar de los aspavientos de la patronal del sector en el último Barcelona Meeting Point ante las tímidas insinuaciones de la Consejería de Vivienda de intervenir para hacer aflorar los pisos vacíos, hay que recordar que el Estado ha “intervenido” e “interviene” de manera muy importante en la configuración y la deriva del mercado inmobiliario. Así, por ejemplo, España figura junto a Dinamarca a la cabeza de los países europeos que mayor gasto público dedican a promover la adquisición de vivienda. En España los subsidios indirectos a través de desgravaciones representan el 82% del gasto público en vivienda, mientras que en Europa son las ayudas directas a la vivienda social las que suponen un 75% como promedio.
El “mobbing” inmobiliario es una práctica sobre todo de inmobiliarias extranjeras sin escrúpulos que se han introducido en el mercado en los últimos años.
Como lo demuestran los casos de “mobbing” que han tenido mayor eco mediático de distritos como El Raval, Ciutat Vella, Gràcia, Sants, etc., el “mobbing” no es una actividad importada de otras latitudes ni una nueva amenaza exterior que rompe las reglas del juego establecidas: la mayoría de propietarios e inmobiliarias que se han destacado en dichas prácticas en los últimos años son del país (algunos, eso sí, con domicilio fiscal en lugares la mar de exóticos, por ejemplo en Samoa, en el caso de una finca de la calle Robador).

Informarse cuesta. Artículo de Ignaci Ramonet

La prensa escrita está en crisis. En Francia, y en otras partes está experimentando un considerable descenso de difusión y una grave pérdida de identidad y de personalidad.
¿Por qué razones y cómo se ha llegado a esta situación?
Independientemente de la influencia, real, del contexto económico y de la recesión, nos parece que las causas profundas de esta crisis hay que buscarlas en la mutación que han experimentado, en los últimos años, algunos conceptos básicos del periodismo.
En primer lugar, la misma idea de la información. Hasta hace poco informar era, de alguna manera, proporcionar no sólo la descripción precisa - y verificada- de un hecho, un acontecimiento, sino también un conjunto de parámetros contextuales que permitieran al lector comprender susignificado profundo. Era responder a cuestiones básicas: ¿quién ha hecho qué?, ¿conqué medios?, ¿dónde?, ¿por qué?, ¿cuáles son las consecuencias?
Todo esto ha cambiado completamente bajo la influencia de la televisión, que hoy ocupa en la jerarquía de los medios, un lugar dominante y está expandiendo su modelo.El telediario, gracias especialmente a su ideología del directo y el tiempo real, ha ido imponiendo, poco a poco, un concepto radicalmente distinto de la información. Informar es, ahora, "enseñar la historia en marcha" o, en otras palabras, hacer asistir (si es posible en directo) al acontecimiento. Se trata, en materia de información, de una revolución copérnicana, de la cual aún no se han terminado de calibrar lasconsecuencias. Esto supone que la imagen del acontecimiento (o su descripción) essuficiente para darle todo su significado.En el límite, sobra hasta el propio periodista, en este cara a cara telespectador-historia.
El objetivo prioritario, para el telespectador, es su satisfacción, no tanto comprender la importancia de un acontecimiento como verlo con sus propios ojos. Y así se establece, poco a poco, la engañosa ilusión de que ver es comprender y que cualquier acontecimiento, por abstracto que sea, debe imperativamente tener una parte visible, mostrable, televisable.
Esta es la causa de que asistamos a una emblematización reductora, cada vez más frecuente, de acontecimientos complejos. Por ejemplo, todo el entramado de los acuerdos Israel-OLP se reduce al apretón de manos entre Rabin yArafat.
Por otra parte, una concepción como ésta de la información, conduce a una penosa fascinación por las imágenes "tomadas en directo", de acontecimientos reales, incluso si se trata de hechos violentos y sangrientos.
Hay otro concepto que también ha cambiado: el de la actualidad ¿Qué es hoy la actualidad?, ¿qué acontecimientos hay que destacar en el maremagnum de hechos que ocurren en el mundo?, ¿en función de qué criterios hay que hacer la elección? También aquí es determinante la influencia de la televisión, pues es ella, con el impacto de sus imágenes, la que impone la elección y obliga "nolens volens" a la prensa escrita, a seguirla. La televisión construye la actualidad, provoca el shock emocional y condena prácticamente al silencio y a la indiferencia a los hechos que carecen de imágenes.
Poco a poco se va estableciendo entre la gente que la importancia de los acontecimientos es proporcional a su riqueza de imágenes. O, por decirlo de otra forma, que un acontecimiento que se puede enseñar (si es posible, en directo, y en tiempo real) es más fuerte, más interesante, más importante, que el que permanece invisible y por tanto, su importancia es abstracta.
En el nuevo orden de los medios, las palabras o los textos, no valen lo que las imágenes.
También ha cambiado el tiempo de la información. La optimización de los medios es, ahora, la instantaneidad (el tiempo real), el directo, que sólo pueden ofrecer la televisión y la radio. Esto hace vieja a la prensa diaria, forzosamente retrasada en los acontecimientos y, a la vez, demasiado cerca de los hechos para poder sacar, con suficiente distancia, todas las enseñanzas de lo que acaba de producirse. La prensa escrita acepta la imposición de tener que dirigirse no a los ciudadanos sino a los telespectadores.
Todavía un concepto más, un cuarto, que se ha modificado. Fundamental: el de la veracidad de la información. Hoy, un hecho es verdadero, no porque corresponda a criterios objetivos, rigurosos y verificados en las fuentes, sino simplemente porque otros medios repiten las mismas afirmaciones y las "confirman". Si la televisión (a partir de una noticia o una imagen de agencia) emite una información y si la prensa escrita, y la radio, la retoman, es suficiente para acreditarla como verdadera.De esta forma, como podemos recordar, se construyeron las mentiras de las "fosas deTimisoara", y todas las de la Guerra del Golfo.
Los medios no saben distinguir, estructuralmente, lo verdadero de lo falso. En este embrollo mediático, nada más vano que intentar analizar la prensa escrita aislada de los restantes medios de comunicación. Los medios (y los periodistas) se repiten, se imitan, se copian, se contestan y se mezclan, hasta el punto de no constituir más que un único sistema de información, en cuyo seno es cada vez más arduo distinguir las especificaciones de tal o cual medio tomados por separado.
En fin, información y comunicación tienden a confundirse, Demasiados periodistas siguen creyendo que son los únicos que producen información, cuando toda la sociedad se ha puesto frenéticamente a hacer lo mismo. No existe prácticamente institución (administrativa, militar, económica, cultural, social, etc.), que no se haya dotado de unservicio de comunicación que emite -sobre ella misma y sus actividades. Un discurso pletórico y elogioso. A este respecto, todo el sistema en las democracias catódicas se ha vuelto astuto e inteligente, capaz de manipular sabiamente los medios y de resistirse asu curiosidad. Ahora sabemos que la "censura democrática", existe.
A todas estas deformaciones hay que añadir un malentendido fundamental: Muchos ciudadanos estiman que, confortablemente instalados en el sofá de su salón, mirando enla pequeña pantalla una sensacional cascada de imágenes fuertes, violentas yespectaculares, pueden informarse con seriedad. Error mayúsculo. Por tres razones: la primera, porque el periodismo televisivo, estructurado como una ficción, no está hecho para informar sino para distraer; en segundo lugar, porque la sucesión rápida de noticias breves y fragmentadas (una veintena por cada telediario), produce un doble efecto negativo de sobre- información y desinformación; y, finalmente, porque querer informarse sin esfuerzo es una ilusión más acorde con el mito publicitario que con la movilización cívica.
Informarse cansa y es a este precio al que el ciudadano adquiere el derecho a participar inteligentemente en la vida democrática.Numerosas cabeceras de la prensa escrita continúan, a pesar de todo, por mimetismo televisual, por endogamia catódica, adoptando las características propias del medioaudiovisual: la maqueta de la primera página concebida como una pantalla, la reducción del tamaño de los artículos, la personalización excesiva de los periodistas, la prioridadal sensacionalismo, la práctica sistemática del olvido, de la amnesia, en relación con las informaciones que hayan perdido actualidad, etc. Compiten con el audiovisual enmateria de marketing y desprecian la lucha de las ideas.
Fascinados por la forma olvidan el fondo. Han simplificado su discurso en el momento en que el mundo, convulsionado por el final de la guerra fría, se ha vuelto considerablemente más complejo. Un desfase tal entre este simplismo de la prensa y la nueva complicación de la política internacional, desconcierta a muchos ciudadanos que no encuentran en las páginas de su publicación un análisis diferente, más amplio, más exigente, que el que les propone el telediario.
Esta simplificación resulta tanto más paradójica, en cuanto que el nivel educativo continúa elevándose y aumentan los estudiantes superiores. Al aceptar no ser más que un eco de las imágenes televisadas, muchos periódicos mueren, pierden su propia especificidad y, como consecuencia, sus lectores.
En Le Monde Diplomatique creemos que informarse sigue siendo una actividad productiva, imposible de realizar sin esfuerzo y que exige una verdadera movilización intelectual… Una actividad tan noble en democracia, como para que el ciudadano decida dedicarle una parte de su tiempo y su atención. Si nuestros textos son, en general, más largos que los de otros periódicos y revistas, es porque resulta indispensable mencionar los puntos fundamentales de un problema, sus antecedentes históricos, su trama social y cultural, su importancia económica, para poder apreciar mejor toda su complejidad.
Cada vez más lectores aceptan esta concepción exigente de la información y sonsensibles a nuestras formas, sin duda imperfectas, pero sobrias, de observar la marcha del mundo. Las notas a pie de artículo, que enriquecen los textos, permiten, eventualmente, completar y prolongar la lectura, no parecen molestarles demasiado. Al contrario, muchos ven en ellas un rango de honestidad intelectual y un medio para enriquecer su documentación acerca de tal o cual informe."Son necesarios largos años, escribe Vaclav Havel, antes de que los valores que se apoyan en la verdad y la autenticidad morales se impongan y se lleven por delante el cinismo político; pero, al final, siempre acaban ganando la batalla". Esta seguirá siendo también, nuestra paciente apuesta.

Le Monde Diplomatique